
Conocí a Rosa Mª cuando yo tenía 8 años. Las dos éramos alumnas del Colegio de las Madres Esclavas del Inmaculado Corazón de María.
El primer día de clase, nos pusieran juntas para compartir pupitre, y fuimos inseparables durante todo el curso.
Ella, apenas hablaba, y si lo hacia casi nadie la entendía. No seguía el curso como las demás, pero estaba atenta a lo que nuestra maestra nos decía.
Cuando hacíamos caligrafía, no tenía un cuaderno como nosotras. Rosa Mª tenía una libreta en blanco y escribía “ su caligrafía”.
La hora del patio era la mejor para ella. Nos cogíamos de la mano y juntas bajábamos las escaleras que conducían a los jardines de colegio. Allí iniciábamos nuestros juegos, que consistían en saltar a la comba o a cualquier otra distracción como la charranca.
Las dos íbamos con nuestro uniforme azul marino, con blusa blanca y un lazo azul claro en el cuello. Por la calle, con el clásico abrigo llamado de “marinero”, a juego con un sombrerito, todo también azul marino.
Yo tenía locura por esa nueva amiguita. Nos queríamos mucho, y fue muy triste cuando terminó el curso y tuvimos que separarnos. Al año siguiente, a mi me pasaron a otra clase. Ella siguió en la misma.
Nunca he podido olvidar a Rosa Mª, pero al ausentarme de mi ciudad y de mi barrio prácticamente no la vi más, aunque siempre intentaba saber algo de ella, cosa que era un poco difícil. Solo sé que murió hace bastantes años.
Esa niña de sonrisa dulce, que no sabía hacer caligrafía, que andaba algo más despacio que yo y con ojos achinados…ella, mi amiguita de la infancia, era una niña con Síndrome de Dow.
Rosa Mª, tú fuiste mi primera amiga “especial” y tú me diste ese cariño que otras personas “especiales” me siguen dando actualmente.
Gracias, Rosa Mari.

Mariaisabel, a los 8 años